"PERSONAJE SECUNDARIO" de Eduardo MURILLO. Presentación en Barcelona. Librería Laie, 16-IX-2025
Librería Laie (Pau Clarís)
Para oír hablar a Enrique Murillo de sus memorias tituladas "Personaje secundario" se cerró al tráfico la calle Pau Clarís y el ayuntamiento habilitó altavoces. El interés por el libro llegó a la explanada del puerto, frente a Colón, donde también la autoridad portuaria desplegó sillas y pantallas planas retroiluminadas. No fue suficiente, cerraron Las Ramblas y sus obras de rejuvenecimiento para que todo el que quisiera pudiera escuchar las palabras que el editor, traductor y escritor, había guardado durante esa larga profesión que inventó editores y descubrió escritores, sí, un largo tiempo que ha llegado hasta hoy. Y ese tiempo comenzó en Londres, donde aprendió un inglés hippy que fue perfeccionando hasta convertirse en traductor y empezar a colaborar como lector para Carlos Barral, confiando después ese olfato a Jorge de Herradle, en cuya editorial trabajó como un africano en una plantación. Así dicho parece muy sencillo, el paso a paso era traducir y leer bajo la sobra de la aristocrática burguesía catalana que no traduce ni lee, con intuición de esclavo, hasta que empezaron a salir, como por arte de magia, los escritores que él quería para este país.
Una nariz fina la de Murillo; a medida que avanzas en sus memorias descubres cómo ese olfato se va reafirmando libro a libro, editorial a editorial y así cincuenta años. Los últimos diez, libre de ataduras, se los pasa escribiendo estas memorias para llenar de intriga el pequeño y vanidoso mundo de la cultura. Y en esa memoria las revelaciones que todo el mundo espera, saber qué sucedió y qué ocurre, esos contratos entre caballeros de la edición que genuinamente se conocen como "falsos autónomos-contratos glovo", que se desanudan y se vuelven a anudar sucesivamente, pasando así por todo el panorama editorial nacional e internacional, descubriendo continentes, porque de esto va su vida: luchar para evitar ser engañado por la serpiente como sucedió en el primer paraíso, incluso de poder ganar dinero a costa de los implicados, libro a libro, Barrales, Anagramas, Plazas y Janeses, Planetas, Alfaguaras, traducir, traducir y traducir (cuarenta traducciones en diez años), recomendar autores por los que ninguna editorial daba un dólar y ganar la apuesta. El interés actual por la ciudad –no turística de Barcelona– es conocer lo que un hombre que no parece un hombre pueda contar sobre un trabajo (que para él no es trabajo), que conoce al dedillo, a las mil maravillas, hasta el hueso, es decir todas las formas y maneras que tiene un libro y que ahora mismo es una leyenda de este país que, si fuera Francia ya se habría convertido, como lo fue Vargas Llosa, en uno de sus inmortales.
Sin saber quién era Enrique, tengo en casa todo lo que ha escrito Ray Loriga; he estado en todas las presentaciones de Barcelona. Buena parte de sus traducciones (desde La conjura de los necios). Tengo en los Libros del Lince a Marina Perezagua y a Javier López Menacho; leo a Pombo y a Lucía Lijtmaer, una lista interminable. Ni que decir tiene que ante tanto interés, de frente, de lado y de costado, entre el público de Laie había editores jubilados, escritores hundidos que buscaban sanación, periodistas vendidos que necesitaban respirar el oxígeno de Murillo, aunque fuera un solo instante (la librería abarrotada), porque el momento actual es turbio para la razón.
En todos esos años ha llegado el deshielo a Groenlandia hasta dejar a la vista un roquedal, orcas que comen veleros flotando sin rumbo; tumbado al sol, el odio de escritores morralla siempre con una queja o a la espera de una ayuda del Ministerio de Cultura, el cansancio de los correctores abrumados, manuscritos, encargos, traducciones, leyes que no se cumplen, editores aristócratas que no entienden el oficio, nuevos editores literarios. He visto a Enrique ser fiel a sus autores, cuyos libros han sido moldeados por sus manos (desde antes de Terenci Moix), a su imagen y semejanza. He visto cómo el caballo de Troya se convertía en yegua y, para terminar, también he visto los cuadros de Fe, la compañera que completó su vida de pintora, cuya obra fue suavemente ordenada al lado de un color, de cien colores. Ahora, como regalo, un itinerario de librerías por toda España en las que podréis descubrir la intensidad de una vida bien vivida (buenos hoteles, mejores restaurantes, el Rey, la Reina, la casa real), relatada por un solo hombre que es la humanidad entera (como el lema de la lista de Schindler, por lo menos en la parte de la edición). Para eso sólo hay que sentarse y leer algo más de quinientas páginas perfectamente editadas en Madrid por Trama. Espero su ya anunciada segunda presentación en Barcelona que será en la Librería Café + Bernat, donde media hora antes Enrique (con su mochila a cuestas) ya estará ojeando novedades por sus estanterías.
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